domingo, 21 de octubre de 2012

pan de campo

Desde hace unos años que cada tanto hacía pan. Compraba la levadura, amasaba durante largos minutos y prendía todas las hornallas para que leve la masa. Después aprendí que en un ambiente húmedo la miga se desarrollaba mejor y la corteza quedaba más crocante y dorada. Entonces, hacía innumerables artimañas para generar un ambiente con vapor para que la masa leve y quede rica. Pero nunca me salía como quería. No me malinterpreten, el pan estaba riquísimo y siempre era muy elogiado. Pero, sabrán entenderme: una vez que probás el pan francés, ya nada es lo mismo en la vida. 

Quizás piensen que exagero, pero el pan es una de las comidas más importantes para mí. La corteza gruesa y crocante de los panes franceses... la miga muy aireada y ese sabor apenas ácido.

Con el tiempo, descubrí que todo eso se resumía en dos palabritas: "masa madre". Acá en la Argentina son contados los lugares que trabajan con masa madre, por lo que no es para nada común. Básicamente, la masa madre es levadura natural. Mezclan harina, agua y esperan. Esperan. Esperan un poquito más. Y de repente, ¡pum! Se olvidan de comprar levadura en el supermercado.

Decirlo suena fácil, pero después de 3 o 4 intentos frustrados, me había rendido completamente y pensaba que hacer masa madre claramente no era para mí. Hasta que E. me regaló este libro increíble: Tartine Bread para mi cumpleaños. ¡Pobre! Ahora hay levadura creciendo en las alacenas y pan para tirar al techo.


Hacer este pan (sí, el mismísimo que se ve en estas fotos) es realmente sencillo, pero es un proceso largo, más que nada porque requiere mucho tiempo de descanso del pan. Pero no hay amasado, no hay vapor, no hay calor, no hay nada. Es solo mezclar harina, agua y sal y esperar. Y después, uno o dos truquitos para el horneado (al horno primero tapado y después destapado) y sale dorado, crujiente, y extremadamente aireado.

Hoy los dejo solo con las fotos y prometo el paso a paso para la próxima, tanto de cómo hacer la masa madre como del pan.

Mientras tanto, los dejo con este divino video de cómo hacer este pan de Tiger in a Jar. Es este mismísimo pan. Ay, lo miro y se me hace agua la boca...

PS. ¡Gracias a Oh La La y a Limonada por las lindísimas reseñas. Orgullosa, puedo inaugurar la sección de Prensa :P

martes, 11 de septiembre de 2012

oh, Paris!

Volver de unas vacaciones tan significativas y no ver las fotos una y otra vez sería un despropósito. Todo el tiempo me encuentro volviendo a mirarlas, encontrando cosas nuevas y recordando pequeños detalles que se me habían olvidado tan pronto como volví.

París. Por segunda vez, París. Es difícil pensar en sus callecitas y no entrar en un sinfín de lugares comunes pero es así. Quien conoce París, sabe de lo que hablo.

Sin dudas, París tiene mucho para ofrecer, entre ello, la comida. Quesos, panes, croissants, vinos, baguettes y crêpes. Oh, sí, crêpes.

No quiero ni intentar hacer de cuenta de que los crêpes que hice esta vez pueden compararse con los que comí en Francia. Pero vienen con el espíritu del viaje, con las ganas de recordar una vez más la sensación de estar ahí.


Hay mil maneras de comerlos. Con nutella, con queso, con manteca, con azúcar... con dulce de leche, en una versión más latinoamericana. Pero hay una forma que mis primitos me enseñaron hace unos años y, desde entonces, siempre la eligo porque es fresca, liviana y un poquitito crocante: con limón y azúcar.

No es la forma más usual de comerlos, por lo menos en Buenos Aires. Por eso se las cuento, para que la prueben y después me digan. No le tengan miedo al jugo de limón: son solo unas gotitas y no quedan para nada ácidos, más bien dulzones, pero lo justo.







Y antes de que me olvide: ¡gracias a todos los que leen este blog! Esta semana recibí e-mails hermosos de parte de ustedes y me alegraron muchísimo. De nuevo, ¡gracias!

Receta: Crêpes con limón y azúcar